Con El retorno de los brujos, Louis Pauwels y Jacques Bergier abordaron temas entonces novedosos, un tanto heteróclitos y que dieron impulso a la cultura de lo efímero, a la tendencia alternativa lo mismo en medicina que en creencias, religiones o sectarismos.
En 1960, las librerías de Europa colocaron en sus anaqueles un volumen llamado El retorno de los brujos (Le Matin des Magiciens, “El amanecer de los magos”, en el original francés), cuyo subtítulo rezaba: “Una introducción al realismo fantástico”. ¿Qué era eso del realismo fantástico? Miguel Ángel Bendezú Tenorio, en el ensayo titulado Exégesis del realismo fantástico, señala: “La aparición de la obra de Pauwels y Bergier, El amanecer de los magos, marca un hito. El libro es importante porque levanta la prohibición de hablar con seriedad de lo fantástico, revela los nombres y la obra de los precursores desconocidos (Fort, Machen), anuncia que el racionalismo desemboca en una ‘realidad diferente’ y que ese florecimiento ya ha comenzado”.
Y prosigue: “Es lo mismo que hicieron, a su manera, los surrealistas (…). Pero, a diferencia de ellos, nosotros no hemos ido a rebuscar del lado del sueño y de la infraconciencia, sino en el otro extremo: del lado de la ultraconciencia y de la vigilia superior. Hemos bautizado así la escuela que hemos creado: Escuela del Realismo Fantástico. No debe verse en ella la menor afición a lo insólito, al exotismo intelectual, a lo barroco, ni a lo pintoresco. No se busca el extrañamiento. No investigamos los lejanos suburbios de la realidad; por el contrario, tratamos de instalarnos en el centro”.
Los autores de El retorno de los brujos fueron Louis Pauwels y Jacques Bergier, quienes abordaron temas entonces novedosos, un tanto heteróclitos y que dieron impulso a la cultura de lo efímero, a la tendencia alternativa lo mismo en medicina que en creencias, religiones o sectarismos. Los fenómenos parapsicológicos, las civilizaciones desaparecidas, el esoterismo, la conexión de este último con el nazismo, la comunicación extraterrestre e incluso el hallazgo de una legión de mensajes del pasado. Todo un universo de cosas e historias que posiblemente existieron. Nada mal para un libro que se había propuesto una misión: detonar una nueva revolución cultural. El propósito no era modesto, si tomamos en cuenta que una “revolución cultural” es un conjunto de innovaciones que marcan “una modificación muy importante en el sistema de creencias, valores, tradiciones, lengua o arte de los pueblos de la humanidad” (deconceptos.com).
El objetivo de este tomo levantó grandes expectativas, pero también críticas, muchas críticas, para bien y para mal. Para unos, Louis Pauwels y Jacques Bergier eran magos, como lo anunciaban en su estudio. Para otros no eran más que charlatanes mercadotécnicos. La controversia jugó a favor de El retorno de los brujos, pues, entre los años 60 y 70 del siglo XX, se vendieron más de 2 millones de ejemplares en francés y en otros idiomas. En 1961, es decir, un año después de ser publicado, Le Matin des Magiciens logró su primera traducción al español.
La amistad del escritor, editor y periodista francés Louis Pauwels y el ingeniero químico, ufólogo, espía, crítico literario, escritor de ciencia ficción y miembro de la Resistencia francesa, Jacques Bergier, se remonta a 1954. Fruto de esa camaradería fue la publicación en 1960 de El retorno de los brujos. Un año después, Pauwels, Bergier y François Richaudeau fundaron la revista bimestral Planète, que en su mejor momento sobrepasó las 100 mil unidades. La última publicación de Planète apareció en mayo de 1968.
Más adelante, la agrupación de diversos números dio por resultado una colección de 22 tomos que los autores llamaron Encyclopédie Planète y de la cual, quien esto escribe sólo tiene un ejemplar, el número 9: “El hombre y el animal”, cuyo autor es Jacques Graven.
El retorno de los brujos inauguró la información científica a base de supuestos. Frases como “el hallazgo es analizado por especialistas de todo el mundo” o “de ser verdad la tesis de los cráteres de la Luna, el rumbo de la astronomía cambiará totalmente”. Es decir, nunca un resultado, nunca una conclusión, nunca una hipótesis comprobada. El texto siempre en el borde de sí mismo. Pese a todo, el libro del par de “magos” fue todo un referente en los años 60 del siglo pasado.
En septiembre de 2019, Ignacio Ruelas reseñó El retorno de los brujos, al que denominó “un boato editorial que logró grandes ventas”. Y prosigue: “Es narrativa que reúne pasado y futuro, alquimia y ciencia, filosofía y parapsicología, vida intergaláctica y civilizaciones extraviadas o porvenir”. Y concluye de forma inmisericorde: “El libro se entendió como cruce entre alquimia y brujería que olvidó Hermes Trismegisto, héroes que abrevaron de la Santa Inquisición para formar, rosacruces, masones, ‘iluminatis’… hoy managers del marketing y productores de los racionales creativos de los fraudes a la medicina, faltas a la ética, ausencia de compromisos con la sociedad. Deberá ser delito las ‘formulitas’ curativas, lo mismo que la alteración de la voluntad política de los ciudadanos. El retorno de los brujos de Pauwels y Bergier no fue culpable, hubo una mala lectura…”.
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