POR José Luis Durán King
La primera gran obra para escena de George Bernard Shaw fue Casas de viudos, que aborda el tema de la injusticia de vivir de las rentas provenientes de cuartuchos miserables de los barrios pobres de las grandes ciudades
A los 16 años, George Bernard Shaw (Dublín, 1856 – Ayot Saint Lawrence, Reino Unido, 1950) abandonó sus estudios y comenzó a trabajar. Provenía de una familia protestante burguesa, por lo que no tenía urgencia por el dinero. Sólo que el señor Shaw era dueño de una gran vena para contravenir, contradecir y sacar de sus casillas a la gente.
Aun así, sin estudios oficiales, Shaw fue un autodidacta muy especial, capaz de trabajar como bestia para sacar adelante sus artículos periodísticos, sus críticas teatrales, las de música, además de darse su tiempo para publicar novelas por entregas.
Suena a que ganaba mucho dinero con tan febril actividad, ¿verdad? Pues no: sus ingresos eran más bien menores y, de no ser por la ayuda de su potentada familia (ayuda que él siempre negó), seguramente habría terminado en un lugar ajeno al que hoy ocupa en la literatura universal.
Para continuar abriendo boca, en 1884 Shaw se hizo socialista minutos después de entrar en contacto con los textos de Karl Marx. Pero el marxismo de Shaw recibió el nombre de fabianismo. La Sociedad Fabiana tenía como objetivo la Revolución, a la que se llegaría –de acuerdo con sus simpatizantes— a través de reformas graduales… nada de violencia, como planteaba Marx.
Sin embargo, no fueron las ácidas sentencias marxistas las que proveyeron de fama al escritor irlandés. Fue su producción literaria volcada al teatro la que mayores dividendos representaron para este gran observador de los entornos. De sus críticas teatrales, cuya mayor parte fue publicada en Saturday Review, los trabajos de Shaw pasaron a ser representados en teatro.
Con una gran influencia del poeta y dramaturgo noruego Henrik Ibsen, padre del drama realista moderno, la primera gran obra para escena de Shaw fue Casas de viudos, que aborda el tema de la injusticia de vivir de las rentas provenientes de cuartuchos miserables de los barrios pobres de las grandes ciudades.
Y qué decir de La profesión de la señora Warren (1894), libro en el que Shaw camina por el universo de la prostitución, tema que el autor lo utiliza para condenar al capitalismo. No hay moralejas ni santurronerías en la escritura de Shaw. No, al menos en La profesión de la señora Warren. Lo que sí hay es un humor corrosivo, es decir, nada ajeno a lo que Shaw era cotidianamente.
Los ejemplos son parte de la alforja rebosante de recursos literarios que el señor Shaw desplegaba en el papel con la facilidad de un mago. No obstante, hay consenso entre los especialistas de los textos de Shaw en considerar la obra de teatro Pigmalión el mejor trabajo de este autor irlandés. La trama en un principio tenía la intención de “popularizar la fonética”. Sólo que Shaw no era precisamente un catedrático y optó por dar un giro al guion, convirtiéndolo en una crítica despiadada del sistema inglés de clases.
Como colofón, para ejemplificar una de las tantas cosas que era el señor Bernard Shaw, existe una historia peculiar detrás de la publicación de Ulises de James Joyce, y que pinta de pies a cabeza al “odiosito” Shaw.
Sucede que gente cercana a Joyce decidió que el Ulises debía estar en los anaqueles, por lo que se organizó para visitar a notables a los que pedirían una aportación económica. A George Bernard Shaw no lo visitaron, prefirieron escribirle una carta, acompañada de un borrador del Ulises”. Pues, a través también del correo, los propios de James Joyce recibieron la respuesta.
Resumiendo, el señor Shaw explicaba que en Irlanda hay una costumbre popular para evitar que un gato se cague donde no debe: el dueño toma al gato, le sostiene la cabecita con firmeza y unta el hocico en la mierda que el propio minino depositó en el piso. “Algo así”, escribió Shaw, “debe hacerse con el libro Ulises y su autor James Joyce”.
Sin embargo, como explicaron después los joyceanos, George Bernard Shaw finalmente aportó cierta cantidad para la publicación de la obra cumbre de James Joyce.
(FOTO: La actriz Vivien Leigh y George Bernard Shaw. Enlace del avatar de Jackie Ellcock/ Pinterest)