POR José Luis Durán King
La observación astronómica de Tycho Brahe está muy lejos de ser el atisbo voyerista de la intimidad celeste. Fue la contemplación filosófica de un científico de la verticalidad, la de un hombre que comprendió desde abajo el movimiento vivo y sordo de arriba
El 29 de diciembre de 1566, dos aristócratas daneses se batieron en duelo a causa de una controversia astrológica. Se desconoce a ciencia cierta cuál de los dos ganó el combate, lo que sí se sabe es que el joven Tycho Brahe, entonces de 20 años, perdió la parte superior de su nariz a causa de un tajo de espada. A partir de entonces, para ocultar la falta parcial de su apéndice nasal, Brahe utilizó una prótesis especial fabricada en oro y plata. Cosas de ricos…
Brahe nació el 14 de diciembre de 1546 en el Castillo de Knudstrup, Escania, Reino de Dinamarca y Noruega (hoy Suecia) y murió a los 54 años el 24 de octubre de 1601 en Praga, Reino de Bohemia, Sacro Imperio Romano Germánico. El duelo que sostuvo en su juventud pinta a Tycho Brahe de cuerpo entero: intrépido, intolerante de las convenciones sociales y aventurero, además de gran viajero. Sólo que, en 1560, cuatro años de batirse en duelo, un eclipse solar fue para Brahe la señal que necesitaba para saber a qué dedicaría su vida.
Tycho Brahe fue educado por su tío Joergen Brahe, quien no tenía hijos propios y que deseaba que su sobrino siguiera una carrera al servicio del rey. El joven Brahe no deseaba servir a nadie, aunque aprovechó el apoyo del tío para consolidar una sólida formación humanística en latín. En 1559, a los 13 años, ingresó a la Universidad de Copenhague, donde se dedicó de lleno a estudiar matemáticas y astronomía.
Tres años después se matriculó en la Universidad de Leipzig, a la que acudió para estudiar leyes. ¿Qué similitudes hay entre la abogacía y la ciencia astronómica? Al parecer, no muchas, y Brahe fue el primero en reconocerlo: el estudio de las leyes quedó para mejor ocasión y se centró en la observación astronómica.
Pese a que la familia de Brahe se oponía al interés de éste en la astronomía. Brahe no se tomó la molestia de sopesar la opinión de sus seres queridos. Tomó la herencia que le dejó su tío, quien murió en 1565, y continuó con el camino que se había trazado. Fue en la Universidad de Rostpck donde Brahe se tituló, incluyendo en sus estudios la astrología, alquimia y medicina.
La observación astronómica de Tycho Brahe está muy lejos de ser el atisbo voyerista de la intimidad celeste. Fue la contemplación filosófica de un científico de la verticalidad, la de un hombre que comprendió desde abajo el movimiento vivo y sordo de arriba.
Durante su estancia en Leipzig, la conjunción ocurrida el 24 de agosto de 1563 entre Júpiter y Saturno, le reveló los errores en que incurrían las previsiones astronómicas, incluso hasta con un mes de diferencia.
En 1588, con pruebas basadas en sus observaciones y medidas, desmintió la teoría de la naturaleza atmosférica de los cometas, tomando como base el cuerpo celeste aparecido el 13 de noviembre de 1577. Brahe midió el paralaje [diferencia entre las posiciones aparentes que en la bóveda terrestre tiene un astro según el punto desde donde se observa] del cometa y, por lo tanto, la distancia, concluyendo que se encontraba a aproximadamente 230 radios terrestres, es decir, más allá de la Luna, que está a 60 radios terrestres.
Una de las aportaciones astronómicas más importantes de Brahe se gestó en 1572, tras la aparición de una estrella de una luminosidad similar a Júpiter en la constelación de Casiopea. El brillo de la estrella se apagó paulatinamente, aunque permaneció visible hasta marzo de 1574. Durante un año y medio Brahe la observó diariamente, con el propósito de calcular la distancia con el método del paralaje. Brahe llegó a la conclusión de que la estrella nova carecía de paralaje, es decir, se encontraba a una distancia infinita. La publicación de los resultados de su observación trajo consigo una revolución en el campo de las creencias astronómicas, al demostrar que las esferas superlunares no eran inmutables, una opinión que estaba vigente desde Aristóteles.
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