POR José Luis Durán King
Ante la inminente derrota de Alemania, una gran cantidad de civiles abrazaron la opción del suicidio. Lo hicieron de diversas formas: arrojándose a los ríos con una piedra atada a los pies, través del ahorcamiento, cortándose las venas o con un tiro en la sien
Entre el 30 de abril y el 2 de mayo de 1945, en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, los habitantes de la ciudad Demmin, en Alemania, tomaron una decisión extrema que hasta la fecha es un tema tabú en la historia de esa nación: el suicidio colectivo.
La derrota era inminente, por lo que los oficiales nazis, la Wehrmacht (fuerzas armadas unificadas de la Alemania nazi) y algunos civiles habían abandonado Demmin ante la llegada del Ejército Rojo. Para cortar el paso de los Soviéticos, la Wehrmacht voló los puentes sobre los ríos Peene y Tollense, clausurando así la ciudad por los cuatro puntos cardinales, pero también impidiendo cualquier escape a los habitantes de Demmin.
En un intento por mantener la unidad del pueblo, la propaganda nazi difundía la tesis de que el suicidio era preferible a la derrota, aunado a los múltiples testimonios que hablaban de los métodos sanguinarios rusos.
Una gran cantidad de civiles, pero también uniformados abrazaron la opción del suicidio. Lo hicieron de diversas formas: arrojándose a los ríos con una piedra atada a los pies, través del ahorcamiento, cortándose las venas o con un tiro en la sien.
La ola de suicidios había comenzado en enero de 1945. Muchos civiles y funcionarios alemanes eligieron el Selbstmord (el suicidio) antes de aceptar la derrota de Alemania. Entre los funcionarios que decidieron quitarse la vida figuran el propio Adolf Hitler, el ministro de Propaganda nazi Joseph Goebbels, el líder máximo de las Schutzstaffel (SS) Heinrich Himmler, el jefe de la Cancillería del Führer Philipp Bouhler y el secretario privado de Adolf Hitler Martin Bormann.
¿Cuántos suicidios ocurrieron entre enero y abril de 1945? Sin que haya cifras oficiales, en Berlín se reportaron siete mil suicidios, la mayoría de mujeres; en Demmin se calcula que fueron casi mil suicidios y una cantidad similar en otros puntos.
La revista estadounidense Life informó: “En los últimos días de la guerra, la abrumadora materialización de la derrota total era demasiada para muchos alemanes. Despojados de las bayonetas y el bombardeo que les había dado poder, no podían enfrentar un juicio ni con sus conquistadores ni con sus conciencias”.
Lo cierto es que los alemanes tenían toda la razón en temer al Ejército Rojo: la entrada de los soldados rusos a ciudades alemanas significó masacres de civiles, ejecución de uniformados de la Wehrmacht que ya se habían rendido, saqueos, redadas y violación de mujeres en masa. En este rubro, informes de la época señalan que fueron dos millones de víctimas de violación y que una de cada diez mujeres murió como consecuencia del abuso o al cometer suicidio posteriormente.
La ciudad de Demmin es un ejemplo atroz, contundente, de una población víctima de la guerra. Una vez que entraron los soldados rusos, a estos se les permitió saquear la ciudad por un lapso de tres días, rapacidad a la que se sumó la violación masiva de las mujeres de la ciudad. La edad de los residentes de Demmin que protestaban contra los excesos de la soldadesca no fue impedimento para que fueran ejecutados in situ.
Los informes señalan que los soldados soviéticos impregnaron de gasolina los muros de las casas y de los inmuebles en general para después prenderles fuego, “montando guardia durante tres días para impedir que las llamas fuesen sofocadas”.
Se habla de que la mayoría de los soldados soviéticos cometieron sus atrocidades bajo los efectos del alcohol, mismo que consiguieron en destilerías y tiendas de bebidas alcohólicas locales.
Nada anormal para una época de locura a la que en tiempos de paz llamamos guerra.