El entierro de las ratas fue escrito en 1878, durante la luna de miel de los Stoker en París, aunque fue publicado en 1891. Ignoro qué recepción tuvo entre el público lector esta “velada”, pero lo cierto es que se perdió entre la gran cantidad de literatura gótica que se produjo durante esa época
Considerada por Oscar Wilde la novela de terror más hermosa jamás escrita, Drácula fue publicada por vez primera el 26 de mayo de 1897 por la editorial inglesa Constable & Co. A partir de entonces, no ha registrado un solo año en el que no se publique una nueva edición, además de que ha sido traducida al menos a 50 idiomas.
El autor de esa novela de fantasía gótica es Abraham “Bram” Stoker, quien nació en Clontarf, un área residencial de clase media al norte de Dublín, Irlanda, en el seno de una familia trabajadora, austera, que se enorgullecía de su fortuna: los libros y la cultura. Niño con una mala salud a causa de varias enfermedades, pasó en cama los primeros siete años de su vida. Tras recuperarse no perdió el tiempo y sobresalió en los deportes, al grado de lograr el campeonato de atletismo. En 1864 ingresó al Trinity College, donde se graduó con honores en matemáticas y ciencias en 1870.
Dos años después comenzó a incursionar en los relatos de terror con The Crystal Cum (La copa de cristal/ 1872) y The Chain of Destiny (La cadena del destino/ 1875). En 1876 dio una pausa a los escalofríos y publicó un libro de texto acerca de los deberes de los secretarios de sesiones menores en Irlanda, el cual hasta ese momento fue su mayor éxito, al ser consultado profusamente por la burocracia local de la época.
En su trayectoria laboral, Stoker fue crítico de teatro para el periódico Dublin Evening Mail, donde trabó amistad con el copropietario del rotativo: el célebre escritor de novela gótica Sheridan Le Fanu, autor de Carmilla (1872), una de las primeras historias vampíricas que tuvo una gran influencia en Bram Stoker al concebir su novela Drácula. De acuerdo con los especialistas del género, Le Fanu basó su historia de Carmilla en la condesa húngara Erzebeth Bathory, quien, en busca de la eterna juventud, asesinó a más de 600 mujeres jóvenes con el propósito de bañarse en la sangre virginal.
Sin embargo, hay que señalar que el vampiro como personaje literario no fue invención de Le Fanu ni de Bram Stoker, ese honor corresponde a John Polidori (Londres, septiembre 7, 1795 – agosto 24, 1821), un gris médico británico que, en su afán de labrarse un camino en la literatura, cayó bajo la tutela del licencioso Lord Byron (George Gordon Byron), el antecedente cero de los poetas malditos, que gustaba mofarse de la personalidad apocada de su joven asistente y médico.
Es de un amplio conocimiento popular que, en junio de 1816, Lord Byron y John Polidori recibieron en las instalaciones de la Villa Diodati (Ginebra, Suiza) al poeta Percy Shelley; a su futura esposa, Mary Wollstonecraft Godwin, y a la hermanastra de esta, Claire Clairmont. En algún momento de la tormentosa velada de la transición del 16 al 17 de junio, después de leer parte del libro Fantasmagoriana, que compilaba leyendas alemanas de fantasmas, cada uno de los integrantes del grupo fue convidado a escribir una historia de miedo.
Mary Shelley y John Polidori pusieron manos a la obra, mientras que Byron y Percy Shelley… bueno, ellos tenían cosas más importantes que hacer y cada uno se retiró a su respectivo aposento para dormir a pierna suelta.
Los borradores iniciados aquella noche de junio fueron publicados más adelante. La creación de Mary fue la inmortal novela Frankenstein o el moderno Prometeo. Al tiempo que “el pobre Polidori”, como el poeta Byron lo llamaba con evidente menosprecio, esbozó su obra El vampiro, historia que fue publicada –sin la autorización inicial de Polidori— el 2 de abril de 1819 en The New Monthly Magazine. Por error o por la intervención malintencionada del poeta libertino, la narración de Polidori fue presentada como “una historia de Lord Byron”, lo que, por cierto, contribuyó al reconocimiento del público.
Cabe destacar que Drácula fue la primera novela que leí. Me la regaló mi padre cuando yo era adolescente. La obra me fascinó –aún me fascina—, al grado que conservó esa historia en la que confluyen los diarios de los personajes, condensados en un libro ahora de hojas amarillentas con el texto de la cuarta de forros a cargo de José de la Colina.
Muchos años después, hurgando en las librerías de ocasión de en la Ciudad de México, tuve un nuevo encuentro con el escritor irlandés a través de un libro titulado Cuatro veladas con Bram Stoker, que incluye igual número de sus relatos fantásticos: “La boca del río Water”, “Las arenas de Crooken”, “El secreto del oro creciente” y “El entierro de las ratas”, esta última una historia cruda, macabra, publicada en 1878, es decir, ¡diecinueve años antes de Drácula!
El entierro de las ratas fue escrito en 1878, durante la luna de miel de los Stoker en París, aunque fue publicado en 1891. Ignoro qué recepción tuvo entre el público lector esta “velada”, pero lo cierto es que se perdió entre la gran cantidad de literatura gótica que se produjo durante esa época. Sólo que, en 1914, cuatro años después de la muerte de Stoker, el relato regresó de la tumba, al aparecer en una antología de terror titulada Dracula’s Guest and Other Weird Stories (El huésped de Drácula y otras historias de terror).
The Burial of Rats (El entierro de las ratas), pese a no gozar de un gran reconocimiento público es, si duda, un gran relato de horror victoriano.
La trama se ubica en 1850, en los basureros a las afueras de la ciudad de París, a donde arriba un noble inglés que lleva vagando seis meses por Europa a causa de una promesa que hizo a los padres de su amada, quienes exigen que, como prueba de amor a su hija, el joven debe dejar transcurrir un año sin ver a su potencial prometida.
En un paisaje de montañas de basura, el noble conoce a una anciana de apariencia inofensiva que lo invita a conversar en su cueva de desperdicios. La charla es seguida con atención y curiosidad por las miradas vigilantes de pepenadores y roedores.
El noble descubre que está en medio de una celada, sabe que los hombres de la basura lo atacarán para robarle lo que lleva encima. En un momento de descuido de la anciana, el joven sale de la cueva y corre entre los montículos en busca de salvación. El desenlace es una persecución por paredes de basura y decenas de ratas hambrientas que devoran lo que encuentran a su paso.
Vale la pena leer esa “velada” del escritor dublinés. La obra ya la encuentran en PDF en internet. En mi caso, lamentablemente no les puedo proporcionar el libro, ya que una vez lo presté, y como reza el dicho, “libros prestados, son libros dados”. El ejemplar que alguna vez tuve de estas veladas quizás hace mucho tiempo regresó al flujo de las librerías de ocasión o, ¿por qué no?, está enterrado entre montones de basura.
(FOTO: Saera/ Pinterest)