El gran universo de lo imaginario ya existía entre los matorrales, a las orillas de los ríos, en las oquedades de los árboles, en las profundidades del bosque, pero correspondió a Perrault crear la ontología de los seres y personajes que habitan las regiones más ocultas de la mente humana
¿Hay un día en especial para comenzar un año? ¿Debe principiar, como las semanas, en lunes? No siempre. De acuerdo con el calendario gregoriano, 1697 fue un año común que empezó en martes.
¿Qué hubo de particular en 1697? No mucho. Quizás los hechos más importantes fueron que Tayasal, capital de los Itzá, un pueblo de origen maya en Petén y la última ciudad independiente mesoamericana, fue conquistada por España, quedando a merced de los designios de sus captores, quienes tampoco tenían mucha imaginación e hicieron lo que hacían siempre los conquistadores españoles: destruir y utilizar las piedras de los templos para construir una iglesia y unas cuantas casas para nobles.
En ese mismo año, Carlos II decidió clausurar y borrar del mapa, literalmente, a la Real Academia de Matemáticas de Madrid, presuntamente por el reducido número de alumnos, aunque posiblemente tuvieron mucho más que ver las limitaciones físicas e intelectuales del monarca, al que no se le daba muy bien el razonamiento en general y el matemático en particular.
Hijo de Felipe IV y de su segunda esposa, Mariana de Austria, el nacimiento de Carlos II, el último de los Austrias de Madrid, significó la culminación de la práctica de la endogamia entre los Habsburgo. El matrimonio, unión y reproducción entre individuos de este linaje durante tres generaciones cobraron factura en Carlos, que si por algo se distinguió no fue por sus buenas formas de gobierno sino por su naturaleza enfermiza, su raquitismo y su epilepsia. Por si fuera poco, el esquelético individuo subió al trono a los cuatro años.
En 1697, asimismo, se firmó el tratado de Ryswick entre Francia y la Liga de Augsburgo, lo que se tradujo, entre otras consecuencias, en la partición de la isla La Española y la creación de Haití.
En las llanuras literarias, en 1697 apareció Barba Azul, un cuento que sólo retacado entra en el apartado de las hadas. Los gastos de investigación, recopilación y adaptación corrieron a cargo de Charles Perrault, quien incluyó el relato en su libro Histoires ou contes du temps passé. Avec des moralités, que en español se conoce simplemente como Cuentos de antaño [milagros de los traductores].
Charles Perrault (enero 12, 1628. París, reino de Francia – mayo 16, 1703. París, reino de Francia) escribió diversos cuentos infantiles como Caperucita Roja, Pulgarcito, Bella Durmiente, Cenicienta, El Gato con Botas, además de Barba Azul, por supuesto. Como sucede con muchas narraciones “para niños” de la época, estas eran versiones orales crudas, fantásticas y como para provocar el insomnio incluso entre los muertos.
Contrariamente a lo que se cree, Perrault pasó casi desapercibido en su época. De hecho, el escritor y filósofo francés Marc Soriano considera a Perrault “el más subestimado de los cuentistas clásicos”. ¿Por qué menospreciado, si gran parte del mundo sabe de memoria sus cuentos? Porque muy pocos conocen “su” versión de esos relatos, abunda Soriano. Baste decir, por aplicar un solo ejemplo: la Caperucita Roja y su abuela son, a final de cuentas, devoradas por el lobo. La versión de que un cazador rescata a la niña del vientre de la bestia es de los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, filólogos y escritores alemanes del siglo XIX que invirtieron gran parte de su vida en coleccionar cuentos.
También lexicógrafos [confeccionadores de diccionarios] e investigadores culturales, los Grimm popularizaron relatos orales tradicionales como La Cenicienta, El Príncipe Rana, La Pastora de Ocas, Hansel y Gretel, Rapunzel, Rumpelstiltskin, Bella Durmiente y Blancanieves. Su colección les alcanzó, incluso, para publicar una compilación de historias llamada Cuentos de la infancia y del hogar, que apareció por vez primera en dos volúmenes en 1812 y 1815, y que formó parte de los seis libros, a lo mucho, que uno de niño tenía en casa.
Hay que añadir que Perrault puso mucho de su parte para la opacidad que circundó su vida. En el terreno literario, por ejemplo, fue un autor prolífico, pues escribió casi 50 obras, sólo que la mayoría de sus trabajos fueron panegíricos a Luis XIV de Francia, El Rey Sol, quien dejó para la posteridad el prototipo más refinado de la monarquía absoluta [forma de gobierno en la que no existe la división de poderes, donde el monarca posee el poder absoluto].
La historia registra que Charles Perrault tuvo un hermano gemelo que falleció a los seis meses de vida. Este evento es sólo anecdótico, pues en nada afectó el desarrollo del futuro escritor. Tuvo una infancia sin sobresaltos, como correspondía al hijo de una familia burguesa que le brindó todas las facilidades para matricularse en las mejores escuelas de su tiempo. En 1637 ingresó al colegio de Beauvais, donde se apasionó con las lenguas muertas.
En 1643 se inscribió en la carrera de derecho, la cual le serviría para obtener una medianía social al ser nombrado recaudador general en el organigrama gubernamental. Lo más interesante que le sucedió en su trayectoria de burócrata fue participar en la creación de la Academia de las Ciencias y en la restauración de la Academia de Pintura.
Cuarenta años después, a los 55, al ser despedido del organigrama institucional, comenzó a escribir Cuentos de Antaño, los cuales publicó hasta que tenía 69 años con el subtítulo Cuentos de la Mamá Oca, historias provenientes tanto de la tradición oral como de la literaria. Mamá Oca representa a la niñera que entretiene a los niños con las narraciones, que en ese entonces incluían una moraleja que, de acuerdo con Perrault, sería de gran utilidad “para la educación de las jovencitas”.
El gran universo de lo imaginario ya existía entre los matorrales, a las orillas de los ríos, en las oquedades de los árboles, en las profundidades del bosque, en Europa y Oriente, pero correspondió a Perrault crear la ontología de los seres y personajes que habitan las regiones más ocultas de la mente humana: ogros, brujas, gigantes, animales que hablan y princesas encantadas, concurren en las páginas escritas por este viejo que demoró lo más que pudo su ingreso al club de los cartógrafos de la fantasía.
Un solo elemento mágico
En cuanto a Barba Azul, ¿es un cuento de hadas? Salvo el elemento mágico de la llave a la que es imposible borrar la mancha de sangre, el resto de la historia parece un parte policiaco de un caso de asesinato serial actual, más que una fábula del siglo del Barroco.
El origen de este cuento es incierto. Charles Perrault tropezó en algún momento con él, iniciando en 1695 la recapitulación y adaptación de esta historia, para finalmente publicarlo en 1697. Es decir, Barba Azul es una de las últimas consejas en ser incluida en los Cuentos de la Mamá Oca.
A partir de su publicación, Barba Azul aterrorizó a decenas de generaciones con su trama del viudo que colecciona los cadáveres de sus esposas en una de las habitaciones de su enorme castillo. En los años 50 del siglo XX, Barba Azul fue excluido de los Cuentos de Antaño cuando los editores se dieron cuenta de que era una fábula poco recomendable para que los niños la leyeran antes de dormir.
Pese al exilio literario impuesto por los guardianes de la infancia feliz, es tan profundo el arquetipo de Barba Azul que la historia del impresionante individuo, cuya monstruosidad se expresa, precisamente, en la exuberancia hirsuta color negra-azul como el petróleo que le cubre gran parte del rostro –y que “lo hace tan espantosamente feo que las mujeres y las jóvenes huyen de él”—, dándole un tono animal como el personaje zoomorfo de Bella y la Bestia, no sólo nos persigue hasta nuestros días, sino que cada vez es más vigente.
¿Cuál fue la fuente más poderosa para Perrault al escribir Barba Azul? ¿La fantástica o la histórica o quizás ambas?
Una gran parte de los especialistas en literatura para infantes está de acuerdo que el personaje de Barba Azul está inspirado en Gilles de Rais, el noble francés del siglo XV que luchó en la Guerra de los Cien Años al lado de Juana de Arco.
Al término de la guerra, De Rais era un hombre con una enorme fortuna, misma que primero dilapidó y después intentó recuperar a través de la piedra filosofal, la cual, de acuerdo con las creencias de la época, era capaz de convertir el plomo en oro. Al ver que la alquimia no funcionaba, el mariscal contrató los servicios del padre herético Francesco Prelati, a quien hizo traer de Florencia.
El padre Prelati en realidad era un brujo negro que convenció a De Rais de que debían invocar al demonio, el cual no se resistiría al sacrificio de niños y adolescentes. Antes de matarlos a través del desollamiento, De Rais violaba a los menores.
Las desapariciones llamaron la atención de las autoridades y fue, finalmente, el obispo de Nantes, Jean de Malestroit, quien ordenó la captura del mariscal De Rais, el cual fue llevado a juicio, condenado y ejecutado el 26 de octubre de 1440. Se especula que asesinó a casi 200 víctimas, una cifra para impresionar a cualquiera, sobre todo a un escritor como Charles Perrault.
Además de Gilles de Rais, existe un par de personajes más que pudo influir en la creación del cuento de Charles Perrault: Cunmar el Maldito, gobernante de Bretaña a mediados del siglo VI, quien decapitaba a sus esposas cuando estas quedaban embarazadas, y Silvernose, protagonista de un cuento italiano homónimo que siglos después fue rescatado por el escritor Italo Calvino y publicado en la compilación Cuentos Populares Italianos.
Silvernose es un noble de nariz extraña que deambula por los pueblos en busca de muchachas que deseen trabajar como lavanderas en su palacio. Una vez que la muchacha en turno se presenta ante el noble, este le da un manojo de llaves de las habitaciones. La mujer puede entrar al cuarto que desee, excepto a uno que siempre deberá permanecer cerrado.
Al igual que en la historia de Barba Azul, la prohibición exalta la curiosidad de las mujeres, quienes, a fin de cuentas, sucumben al fisgoneo y terminan en el interior de la misteriosa habitación, ya sea muertas [Barba Azul] o condenadas en el infierno [Silvernose].
Casi 325 años después de ser publicado, existe el consenso de los expertos en considerar que Barba Azul es el cuento “más diferente” de Charles Perrault. Es, definitivamente una obra maestra, una masterpiece siniestra, tan oscura que las abuelas a través de los siglos la han puesto en la viga más alta del granero, a buen resguardo de la curiosidad infantil.
Ahora que los cuentos de hadas son provistos de una visión cinematográfica más sombría que los despoja de esa inocencia que raya en lo absurdo, Barba Azul mantiene inmaculada la maldad que lo acompaña desde su concepción, ganando, año tras año, una actualidad inquietante.