POR José Luis Durán King
El pacto de Fausto con Mefistófeles fue precedido por otro acuerdo, este en el mismísimo cielo, entre Mefisto y Dios, en el cual, el primero asegura que puede desviar el destino del ser humano favorito de Dios (Fausto)
“Las grandes pasiones son enfermedades incurables”. El autor de la frase que inaugura este Apóstrofe es nada menos que el alemán Johann Wolfgang von Goethe (Fráncfort, agosto 28, 1749-Weimar, marzo 22, 1832), quien detenta los títulos de poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán, además de que influyó de forma determinante en el Romanticismo, el movimiento cultural que desplegó sus velas en Alemania y el Reino Unido a fines del siglo XVIII para oponerse a la Ilustración y el Neoclasicismo, colocando a los sentimientos por arriba de todas las cosas.
Fue tal la influencia del Romanticismo que en su apogeo (1800-1850) alcanzó todos los rincones de Europa. En ese movimiento fundamental de la cultura europea, Goethe fue uno de sus pensadores prominentes, no en vano para George Eliot (1819-1880), pseudónimo empleado por la escritora británica Mary Anne Evan, Goethe es “el más grande hombre de letras alemán… y el último verdadero hombre universal que caminó sobre la tierra”.
Entre los especialistas en la obra de este pensador portentoso existe el consenso de que la mejor obra de Goethe es Fausto, que, por cierto, actualmente está ubicada en el anaquel de las obras clásicas de la Literatura Universal. Pero hay que aclarar que pocas, muy pocas veces un autor la ha hecho tanto de emoción para la publicación de una de sus obras, como fue el caso de Goethe con su Fausto, pues se especula que estuvo terminada en 1773, aunque también es un hecho que el escritor la continuó interviniendo hasta 1790 (cuando hizo público un fragmento), para finalmente decidirse a sacarla a la luz en 1806, sólo que se atravesaron las guerras napoleónicas y tuvo que esperar dos años más (1808). Pero eso no es todo: la segunda parte fue colocada en las librerías en 1833, un año después de la muerte de Goethe.
Para muchos es conocida la trama de Fausto, quien cansado de la vida y ya sin las sorpresas que brinda la ciencia, decide sellar un pacto con el diablo para que este le trasmute la juventud por el alma sufriente de Fausto. Sólo que la juventud trae consigo la flama del amor y Fausto será una fuente desbordante de feromonas a causa de su amada Margarita, una relación que, como gran parte de los amores del Romanticismo, apuntará su veleta en dirección de la tragedia.
Goethe conocía y empleaba a la perfección los simbolismos, por lo que llama la atención que durante un paseo Fausto y su fiel ayudante, Wagner, sean seguidos en su regreso a casa por un caniche, es decir, un perro de raza poodle que en el siglo XV fue una de las mascotas favoritas de aristócratas y nobles. Dentro del estudio de Fausto, el mañoso perrito se convierte en el diablo, lo que Fausto aprovecha para signar con el Último de los Rebeldes el trato más famoso de la literatura.
Lo más curioso de todo es que el pacto de Fausto con Mefistófeles fue precedido por otro acuerdo, este en el mismísimo cielo, entre Mefisto y Dios, en el cual, el primero asegura que puede desviar el destino del ser humano favorito de Dios (Fausto), tal como sucede.
De acuerdo con los conocedores profundos de la obra del gran Goethe la moraleja de Fausto, si hay que buscarle una, es que el deseo de conocimiento deriva en la miseria moral.
(IMAGEN: Die Nacht, aan Annette Schönkopf (1768-1810) op wie Goethe in Leipzig verliefd was).