POR José Luis Durán King
Cendrars viajó por los siete mares, amasó y perdió grandes fortunas, fue columnista de chismes en Hollywood, se hizo amigo muy cercano de Pablo Picasso, y cuando por fin abrazó la escritura, decidió que la vida del ser humano es el gran personaje literario
Hay hombres que nacen para ser de todo en esta vida. Blaise Cendrars pertenece a esa rara estirpe. “Hijo de Homero”, lo llamó, no sin razón, el escritor estadounidense John Dos Passos. Veamos por qué. Nació como Frédéric Louis Sauser en La Chaux-de-Fonds. Su madre era escocesa y su padre suizo. A los 15 años ya estaba trabajando en una Rusia convulsionada entonces por los primeros espasmos de la Revolución. Fue apicultor, cineasta, chef, relojero y escritor por supuesto. Ah, y además viajó “con un grupo de gitanos borrachos”.
Durante su estancia en la Legión Extranjera, en la Primera Guerra Mundial, perdió un brazo en combate. No lo echó mucho de menos. Continuó con lo suyo, que era la aventura. Viajó por los siete mares, amasó y perdió grandes fortunas, se convirtió en columnista de chismes en un diario de Hollywood, se hizo amigo muy cercano de Pablo Picasso, y cuando por fin abrazó la escritura, decidió que la vida del ser humano es el gran personaje literario.
Lejos de escribir biografías –que las aborrecía—, Blaise Cendrars prefirió ser el gran memorista. De sus casi 50 novelas y relatos cortos en lo personal me quedo con Ron, Oro, Hojas de ruta, y con la cual caigo a sus pies, Moravagine, publicada en 1926 por Éditions Grasset (editorial francesa fundada en 1907 por Bernard Grasset), pero que goza de una gran actualidad: el narrador, un médico llamado Raymond Science (alter ego de Cendrars), viaja cientos de kilómetros hasta un asilo, donde está recluido un peligroso asesino degenerado, Moravagine, último heredero de un gran linaje de nobles europeos.
Fascinado por la personalidad del enigmático enfermo, el médico ayuda a escapar a Moravagine, lo que da pie a una persecución del personaje por varios puntos del planeta, donde el hombre va dejando su rastro de sangre. Realidad e ilusión, en un hombre que consideraba que toda biografía es ficción, se mezclan en Cendrars de forma alquímica en una narrativa que rebasa cualquier límite de velocidad. Si tienes intención algún día de leer a este poderoso escritor, una recomendación: no olvides abrocharte el cinturón de seguridad.
Como apunte final, vale la pena destacar lo que indica Wikipedia en torno a la que, personalmente, considero la gran obra de Cendrars: “‘Moravagine’ suena en francés como ‘mort-a-vagin’, o en inglés, ‘death-has-vagina’ o ‘death-to-vagina’. En efecto, Moravagine mata mujeres, mientras que en el capítulo I (sobre una mujer llamada Masha), podemos leer: ‘La mujer está bajo el signo de la luna, este reflejo, este astro muerto, y por eso la Mujer cuanto más da a luz, más engendra la muerte’”.
(FOTO: Moravagine ATB digital)