POR José Luis Durán King
Alicia Ibáñez Parkman dirigió prácticamente todas las publicaciones en las que amor, el desengaño, la traición y el desamor eran los protagonistas de historias que, si bien no desgarraban el alma, al menos te mantenían entretenido
A mediados de los años 90, me incorporé a trabajar en Editorial Ejea, cuyas oficinas estaban ubicadas en la calle Donato Guerra, en la hoy alcaldía Juárez. En ese entonces, Ejea era una de las empresas que tenía el control de la industria del cómic en México, además de revistas y recetarios, entre otras publicaciones. Las joyas de la corona de esta compañía eran Sensacional de Mercados, Sensacional de Traileros y Sensacional de Barrios, “cuentitos” rebosantes de picaresca para un público afín a los personajes de esta serie, cuyos títulos semanales no se guardaban nada: “Lo ferviente no quita lo caliente”, “Nomás la veía y se le calentaba el radiador”, en fin.
Las portadas de estas historietas tampoco fallaban: eran dibujos de mujeres semidesnudas, curvilíneas, en resumen, “la mujer ideal de todo camionero”. Su servidor ingresó a Editorial Ejea a hacer un “suplemento”, el cual se integraba de forma gratuita a los cómics mencionados. En el interior de la editorial a nadie llamó la atención el suplemento, es la verdad. Al público, menos. La adenda era demasiado pretenciosa para los lectores. Sin embargo, fue gracias a esa aventura editorial que pude conocer a gente que de otra manera hubiera sido casi imposible contactar, simplemente por los diferentes universos editoriales en lo que nos movíamos. También, en esa época, convoqué para colaborar en el suplemento a Emiliano Pérez Cruz, Juan Manuel Junco Payán (Pascal), Carlos Azar (hijo del dramaturgo Héctor Azar) y Armando Jiménez, autor del libro Picardía mexicana, entre los nombres que recuerdo.
Del personal de Editorial Ejea, destaco a Alicia Ibáñez Parkman. Hace unos días busqué en Google información acerca de la señora Ibáñez Parkman y lo que encontré fue muy poco; de hecho, casi nada: argumentista, Mujer 13 de agosto de 1922, México † 17 de junio de 2000, Tlalpan, Ciudad de México (¿?).
La ausencia de información me sorprendió, ya que esta editora es una figura clave en la formación sentimental de los mexicanos, pues estuvo al frente de El Libro Semanal, una publicación en color sepia de Publicaciones Herrerías, S.A., fundada en 1933, con imágenes a cargo de un grupo de dibujantes y que constaba, no sé, quizás de unas 80 páginas.
¿Qué El Libro Semanal era cursi? ¡Claro, extremadamente sensiblero! Sólo saquen cuentas: pertenece a una época en la que los mexicanos eran cursis a más no poder, los envases de refresco eran retornables y los policías eran panzones.
La señora Ibáñez Parkman dirigió prácticamente todas las publicaciones en las que amor, el desengaño, la traición y el desamor eran los protagonistas de historias que, si bien no desgarraban el alma, al menos te mantenían entretenido.
En una ocasión, en una de nuestras muchas conversaciones de pasillo que sostuvimos, Ibáñez Parkman quedó intrigada por lo que yo le platicaba. Le decía que muchos hombres, cuando somos jóvenes, sufrimos por nuestra adicción al sexo. Le contaba que, por lo menos en mi caso, era más importante el ligue que el resultado, independientemente de lo guapa o interesante que fuera la mujer en cuestión. Alicia Ibáñez Parkman me pidió que le contara mi historia, que deseaba grabarla y escribir un guion para una de sus publicaciones, pues tal era su mecánica para presentar una historia cada semana. Le dije que sí, pero no acordamos cuándo. No hubo tiempo para esa charla. Me fui de Editorial Ejea por la puerta de atrás y de Ibáñez Parkman, quien ya para entonces era mayor, volví a saber de ella a través de su obituario. Reitero, en la red no hay información sobre Alicia Ibáñez Parkman, una editora que, junto a Yolanda Vargas Dulché, trazó los meridianos sentimentales de varias generaciones de hombres y mujeres a quienes las palabras al oído los hacían temblar en todo su ser y en su nada.