POR José Luis Durán King
El Cisma de Occidente, también llamado Cisma de Aviñón, fue producto de la división que se produjo en la Iglesia católica entre 1378 y 1417, cuando dos obispos, y a partir de 1410 incluso tres, ambicionaban la autoridad pontificia
El 6 de julio de 1415, el teólogo y filósofo checo, rector de la Universidad Carolina de Praga, Jan Hus, al que se le considera un precursor de la Reforma protestante, fue condenado a morir en la hoguera por sus discrepancias contra la aplanadora católica que imperaba en esa época.
Uno de los principales planteamientos de Jan Hus (Hussenitz, Reino de Bohemia, c. 1370-Constanza, Sacro Imperio Romano Germánico, 6 de julio de 1415) se refería a que Cristo es la cabeza de la iglesia, y no el Papa y los cardenales. Hus predicó que Jesucristo era la verdadera Piedra y no Pedro, y acusó que el Papa –con su corrupción y sus muchos pecados y errores que enseñaba a las personas— era la encarnación del Anticristo.
El pensamiento de Hus fue plasmado en la obra Eclessia, misma que fungió como uno de los detonantes de la Iglesia Protestante.
Al parecer, Jan Hus, previo a su muerte en leña verde, tras ser condenado por herejía en el Concilio de Constanza, profirió varias sentencias; una de ellas fue: “Vas a asar a un ganso, pero dentro de un siglo te encontrarás con un cisne que no podrás asar”.
Hus tuvo tiempo de gritar cuanto quisiese, pues el Concilio de Constanza, con carácter de ecuménico, se realizó del 5 de noviembre de 1414 al 22 de abril de 14181, teniendo como objetivos principales poner fin al Gran Cisma de Occidente y estudiar la reforma de la Iglesia. Hubo otras resoluciones no menos importantes, por ejemplo, la condena por herejía de Jan Huss y la definición de España como nación.
El Cisma de Occidente, también llamado Cisma de Aviñón, fue producto de la división que se produjo en la Iglesia católica entre 1378 y 1417, cuando dos obispos, y a partir de 1410 incluso tres, ambicionaban la autoridad pontificia.
Hus nunca se retractó de sus postulados y las autoridades católicas tampoco dieron marcha atrás a su sentencia. Así, el 6 de julio de 1415, flanqueado por representantes del poder secular (ya que Hus había sido excomulgado), el condenado fue conducido a las afueras de la ciudad, un lugar llamado Brühl, donde el patíbulo se había instalado.
La orden de encender la tea que reduciría a cenizas a Hus y sus escritos la dio el Conde palatino Luis en nombre del Emperador. De acuerdo con un registro no certificado, Jan Hus, cuando estaba ya en el martirio de la hoguera, vio cómo una viejecilla, movida por su celo religioso, arrojaba más leña a las llamas en las que él ardía. Al verla, Hus dijo –ahora sí— sus últimas palabras: “O sancta simplicitas!” (¡Oh, santa ingenuidad!).
Llama la atención que varias sentencias escritas y promulgadas por Jan Hus, fueron enarboladas por Martin Lutero, posiblemente porque el señor Lutero, 102 años después de la muerte de Hus, clavó sus 95 tesis en Wittenberg, ciudad del estado de Sajonia-Anhalt, Alemania, y en su escudo de armas figuraba un cisne.
(IMAGEN: Catholic.net – La Inquisición española: verdades y mitos).